Quiero hablar en pasado y pensar que
esto va a cambiar. Siento que si algo bueno nos ha traído la crisis es que ha
puesto las cosas en su lugar, en donde tenían que haber estado siempre y que
poco a poco todo vuelve a su estado natural. Y es que habíamos llegado a unos puntos
en que todo se veía como normal, en resumen, todos éramos ricos. Falsos ricos.
No me voy a poner a discutir sobre quien gastó ese dinero, quien engañó a quien, quien fue un imprudente, sobretodo, porque creo que de un modo u otro todos fuimos culpables. En la burbuja se vivía muy bien (no nos engañemos) pero la burbuja estalló porque una burbuja es frágil de por sí.
De todos modos, no quiero
escribir sobre la crisis ni dar más vueltas al asunto (ya que estoy segura de que
vosotros le habréis dado tantas como yo, además, tampoco solucionamos nada).
Quiero hacer un análisis de todo aquello que compramos, gastamos y malgastamos
gracias a la parte negativa y materialista de vivir en esa burbuja.
Y es que todos vivíamos por encima
de nuestras posibilidades: no se analizaba lo que se necesitaba, muchas veces
se compraban cosas para fardar y se
pedían préstamos como si de churros se tratara. Después de este párrafo solo me
sale decir: perdimos el valor de las cosas.
Los psicólogos sabemos una cosa
que hoy os quiero compartir: podemos ser felices siempre que nuestras
necesidades básicas estén cubiertas, por ejemplo, agua, techo o comida. Con eso
quiero decir que es difícil alcanzar la felicidad viviendo en la pobreza extrema, pero que cualquier familia puede
ser feliz con un sueldo normal y una estabilidad económica. Todo lo demás puede
ser considerado capricho y, a veces, exceso.
Todo el mundo podemos ser felices
con lo que tenemos, de hecho, lo que nos hace más felices son las pequeñas
cosas. Por ejemplo a mí me gusta el color azul, el placer de comer un pedacito
de chocolate, el olor a lluvia, leer, arreglarme cuando tengo que salir,
escuchar música relajante, ayudar a las personas, sentirme valorada y querida,
enseñar a los demás todo lo que sé, tener estabilidad emocional…¡y es todo
gratis! Ya os lo decía yo: el menos es más.
Está muy bien darse un capricho de vez en cuando ya que cuidarse y mimarse a uno mismo es esencial pero hay que hacerlo con cabeza. Hay muchas pequeñas cosas que nos hacen felices y que cuestan muy poco.
Si está reflexión os ayuda a
entender que con poco tenemos mucho le habremos ganado la batalla, un poquito
más, a la crisis.
Buscamos la felicidad,
pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen
una. Voltaire.
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