Sin ir más lejos, en el mes de abril vi varios carteles en un gimnasio de Barcelona que decían lo siguiente: «Queda un mes para el verano». La idea, evidentemente, era muy clara: « ¡apúntate a nuestro gimnasio y estarás fabuloso para el verano!». Es una idea llamativa y con mucho gancho que busca lo que quiere el marketing: ganar adeptos.
El verano es sinónimo de pánico
para muchas personas. Es una época en la que nos olvidamos de los jerséis del
invierno y en la que hay que enseñar más chicha.
Es entonces cuando uno se empieza a ver mal: «me sobra de aquí, me sobra de
allí, si tan solo me quitará unos kilitos de encima…». Inevitablemente el
verano se suele convertir en un suplicio para aquellas personas que sufren de
baja autoestima o no se aceptan físicamente. Por si esto no fuera poco, siempre
están los helados, los granizados, se hacen más cenas y comidas, que si las
vacaciones, que si salgo más de fiesta… En esta estación siempre se socializa
más y acabamos terminando el verano, en ocasiones, con peor autoestima que a
principios de junio. La psicóloga y coaching
(que no dietista) Eva Campos Navarro que está especializada en estos temas y es
autora del libro ¡Soy más lista que el
hambre! (puedes leer la entrada dedicada a este libro haciendo clic aqui), dice en su blog algo en lo que no
puedo estar más de acuerdo:
Hay un círculo vicioso muy común:
Tras el verano, me
siento fatal porque he engordado y me paso el mes de septiembre castigándome
por ello, así que
Llega Octubre y me
digo “venga, me voy a poner a dieta” pero como las Navidades están a la vuelta
de la esquina….
Tras las
Navidades, me flagelo mucho más “¿Ves? ¡Has vuelto a engordar! Jamás lo vas a
conseguir”, así que
Enero y febrero me
lo paso llorando por las esquinas y planificando la operación bikini que
Comienzo en marzo
convencidísima de que me voy a quitar lo que me sobra
Llega finales de
Junio y bueno, sí, me he quitado unos cuantos Kgs, así que ¡vacaciones!
Y… vuelta a
empezar.
Ya he hablado en este blog sobre
los problemas que la presión social por estar delgado pueden ocasionar (ver la
entrada La tiranía a través del espejo aquí)
y, sobre todo, las imágenes que nos venden las campañas publicitarias de
hombres y mujeres perfectos que se alejan mucho de la realidad. Jean Michael
Cohen, un conocido dietista, asegura que:
En la actualidad, son los medios
de comunicación los que definen el ideal de belleza. Algunos desean, por encima
de todo, parecerse a otros y exhibir unos cuerpos que no son realmente los
suyos. La opinión de la mayoría sigue siendo más fuerte que la voluntad
individual.
![]() |
Las campañas de Dove siempre han apostado por acercar la imagen de mujer real. La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma- George Sand |
Las personas que no entramos en
estos cánones sabemos que es complicado vivir en un mundo así, donde siempre se
nos reclama. Al final, da igual lo fuerte que sea la persona a la crítica
externa y la mayoría es arrastrada por la marea. Es tal el grado de obsesión
que hasta podemos perder de vista el motivo principal por el que hacíamos dieta
o incluso podemos optar por un camino extremo
sufriendo algún trastorno de alimentación. El siglo XXI, tristemente, recoge
una paradoja difícil de entender: teniendo todos los recursos alimenticios a
nuestro alcance, hay personas tan obsesionadas con adelgazar que rechazan
cualquier alimento. Mientras tanto, hay otra parte del mundo que solo piensa en
llevarse algo mínimo a la boca y sufren malnutrición y enfermedades por ello.
Sinceramente, no sé cómo lo veis vosotros, pero a mí me aterra y me parece de
ciencia ficción, aunque esto es la vida misma y es real; mientras unos
desearían comer, otros, por presión social y por culpa de los medios de
comunicación (entre otros), deciden no hacerlo.
Es importante que si alguno desea
alguna vez hacer una dieta se plantee seriamente si lo hace por las exigencias
de la sociedad, por ser lo que se espera de él, por entrar dentro de los
cánones de belleza o por gustar a tal persona (ver la entrada Atado a ti por cadenas haciendo clic aquí), o si realmente
lo hace porque necesita cambiar y se siente atrapado en ese cuerpo. Si nuestro
caso es el primero, estamos enfocando nuestra autoestima SOLO en el físico, nos
estamos haciendo valer únicamente por él, y por lo tanto, seréis débiles y
vulnerables ante él. Adelgazar en este sentido es: «necesito que me aceptéis
porque yo no me acepto y quiero que me quieras pero para eso solo me centraré
en mi físico». Si, por el contrario, es el segundo estaremos centrándonos en
NOSOTROS mismos, estaremos trabajando por y para nuestra salud, y por lo tanto,
las metas siempre serán más duraderas.
Las prisas son malas compañeras
de camino y, sobre todo, si hablamos de dietas. ¿Quién no ha hecho alguna vez
una dieta milagro? Si no ha sido por las nueras veraniegas, habrá sido para caber
en tal traje para la boda de no sé quién y, sino, como consecuencia de los
excesos navideños… Nadie se salva de ellas. El problema de las dietas milagro
es que no son duraderas, tienen efectos secundarios serios y podemos llegar a
poner nuestra salud en peligro. Dejaros de chorradas: llevad una dieta
saludable y haced deporte durante todo el año, por el momento, es la única
manera de perder peso que ha resultado ser duradera en el tiempo y que
ha tenido resultados positivos. Si os sentís más agobiados en verano por
el físico, ¿por qué no empezáis ya? Quizás sea el impulso y el empuje perfecto
para empezar.
¿Qué es importante para iniciar
una dieta? Lo primero es estar seguros de ello ya que hacer dieta no solo
implica renunciar a algunas cosas, sino también supone tener mucha fuerza de
voluntad. Es conveniente buscar un buen médico para los análisis iniciales y un
buen dietista que os haga seguimientos y que os controle, así como hacer
deporte. Si os podéis permitir un psicólogo o un coaching eso ya será la guinda del pastel. Los psicólogos pueden ir
bien cuando tenemos que perder muchísimo peso ya que, por ejemplo, tendremos
que cambiar nuestra mentalidad y hasta aceptar nuestro nuevo cuerpo, entre
otros aspectos.
Ahora bien, yo siempre digo que
es preferible que tengamos la meta de llevar una vida saludable a tener la meta
de adelgazar. Cuando adelgazamos y llegamos a los kilos que queremos, nos
confiamos, nos relajamos y volvemos a las andadas. Algo que, evidentemente,
acaba siendo una catástrofe. Jean Michael Cohen dice al respecto:
La persona que ha adelgazado con
una técnica extrema mantiene su peso durante cierto tiempo. Una vez que el
resultado obtenido se trivializa, el placer de comer sustituye al de estar
delgado. Por eso se produce el mecanismo de las dietas yo-yo.
Está bien querer adelgazar si nos
sobran unos kilos de más, pero tenéis que entender que cuando el proceso de
adelgazamiento termine, si queréis mantener el peso, tendréis que seguir llevando
una vida saludable y eso implica un cambio importante de mentalidad.
Estos son mis cuatro mejores y
simples consejos para llevar una vida saludable:
- Hacer las cinco comidas (desayuno, almuerzo,
comida, merienda y cena): no solo porque llegamos con menos hambre a la
siguiente comida, sino porque mantenemos el metabolismo activo.
- Hacer deporte: recordad que siempre es mejor el
aeróbico que el anaeróbico (para ver el porque accede a la entrada La
vida en escala de grises haciendo clic aquí). Buscad algún deporte que os guste de verdad
porque si no lo dejareis.
- Comer todos los grupos de alimentos, pero con su
debida moderación: por ejemplo, no es conveniente comer demasiados hidratos de
carbono (pasta, pan…) o legumbres (lentejas, garbanzos…) si no realizamos
demasiado deporte.
Podría daros muchísimos consejos
más, pero este no es un blog de nutrición, sino de psicología. El mensaje que
hoy os he querido transmitir es que es tan importante tener una mente sana como
un cuerpo sano y que todas las obsesiones son malas, así como todos los
extremos son malos. El verano es una época complicada pero hay que intentar no
sucumbir y ver los posibles complejos que nos puedan surgir como un modo de
querer cambiarlos, pero siempre sin dañarnos a nosotros mismos ni a nuestra
salud.
Solo me queda desearos un ¡FELIZ
VERANO!